Sí, he aquí otro artículo sobre la crisis generada por el coronavirus… intentaré no extenderme demasiado para explicar mis impresiones y sobre todo las que he podido recoger de profesionales del área de la alimentación durante estas últimas semanas.
Antes de nada, quiero agradecer públicamente la eficiencia y respuesta por parte de las empresas del sector, que han sabido adaptarse trabajando intensamente y a contrarreloj para garantizar el abastecimiento de la población; y a todos los engranajes que forman parte de la Cadena Agroalimentaria, desde el campo a la mesa, siendo el actual motor económico del país.
INICIO DE LA CRISIS
La actividad del sector se ha visto afectada por el inicio del estado de alarma y confinamiento de la población, produciendo un perjuicio económico y de liquidez en algunas empresas, sobre todo aquellas relacionadas con el canal HORECA. En algunos casos estiman pérdidas de hasta el 40%. A tal efecto instan a la administración los pagos de ERTES, líneas ICO, etc., además, esperan poder agilizar las operaciones y reducir las trabas administrativas con la finalidad de potenciar el sistema económico.
Las organizaciones han tenido que reforzar los canales de comunicación internos y externos para gestionar los miedos y bulos que se han producido, en mayor medida al inicio del estado de alarma, con la finalidad de evitar el pánico social y un efecto dominó sobre la población.
Se ha evidenciado el músculo de la industria agroalimentaria en cuanto a medidas de seguridad e higiene, en muchos casos cubriendo con creces las establecidas para evitar la propagación del covid-19. He aquí la importancia de disponer de medidas preventivas y correctoras, por ejemplo a través de Sistemas de Gestión de la Seguridad Alimentaria que permitan verificar la seguridad e inocuidad de los productos siguiendo la legislación vigente (buenas prácticas de fabricación (BPF), buenas prácticas higiénicas (BPH), sistemas de análisis de peligros y puntos de control críticos (APPCC), sistemas de trazabilidad , etc.).
Desde el inicio de la crisis en España, los profesionales del sector han demostrado con creces su compromiso trabajando casi 24 horas los 7 días de la semana para evitar los cortes de suministros. Como es sabido por todos, se produjo una venta desorbitada de algunos productos de primera necesidad por miedo al desabastecimiento de los supermercados, ello supuso la obligación de los canales de venta a reinventarse para trabajar con seguridad (regulación de horarios y aforo, instalación de pantallas de metacrilato, uso de guantes y desinfectantes…).
Paralelamente, a principios de febrero surgieron los primeros problemas de logística sobre importaciones y exportaciones, pero el período donde se vio fuertemente afectado el abastecimiento de productos y suministro de mercancías fue la segunda quincena de marzo. Pasadas unas semanas se han conseguido “normalizar” los retrasos surgidos. El sector primario (agricultura, ganadería y pesca) se ha visto en muchos casos sin mano de obra debido a las restricciones de movilidad, medidas sanitarias y de seguridad; por ello los trabajadores del sector han tenido que triplicar las horas extraordinarias para no causar el desabastecimiento de comercios y supermercados.
Los supermercados se han visto desbordados al convertirse, casi en solitario, en el canal de venta utilizado por la población durante la pandemia, en detrimento de mercados y pequeños comercios. Las grandes cadenas de distribución empezaron a hacer acopio de productos antes de que el gobierno anunciase el estado de alarma, afectando en ocasiones al precio de venta, por ejemplo se observó un incremento en el valor del calabacín de un 273% en MercaMadrid 2 días antes de dicha fecha. De igual modo, como se ha indicado anteriormente, la falta de mano de obra en el sector primario, las medidas de higiene y protección y la escasez de transporte en algunos casos también ha repercutido en el incremento del valor de mercado de ciertos productos.
La industria alimentaria ha tenido que reinventarse, ser más flexible, y por supuesto, adecuar e incorporar en sus protocolos las medidas adecuadas “anti-covid” de higiene y seguridad pensando, en primer lugar, en sus trabajadores, proveedores y clientes; posteriormente, en el abastecimiento de productos de venta al consumidor.
En muchos casos, paradójicamente, ha supuesto la vuelta al uso de envases plásticos que aseguren que el producto se mantenga en las mejores condiciones, siendo fáciles de manipular y almacenar, evitando posibles vías de contagio.
Las empresas aúnan esfuerzos en desarrollar alternativas viables y rentables al uso de plásticos ya que, a pesar de ser perjudiciales para el medio ambiente, todavía no se encuentran sustitutos biodegradables o compostables que tengan las mismas características en cuanto a higiene y conservación del producto con un precio que no repercuta en el valor del alimento envasado.
Desde el sector declaran la problemática económica que ha supuesto la compra de EPIS y desinfectantes, además denuncian la dificultad que han tenido en encontrar EPIS para sus trabajadores al inicio de la crisis (de igual modo que el personal sanitario) y las expectativas marcan que en las próximas semanas se agudice su venta con la apertura de todo tipo de empresas que deberán seguir unos protocolos higiénico-sanitarios adecuados a su sector, por lo que creen que debe autorizarse la homologación de EPIS de tela para la industria.
Algunos empresarios también hablan de la necesidad de rediseñar sus instalaciones por el covid-19, aunque valoran positivamente que pueda suponer una mejora para el futuro, reconfigurando los espacios y reorganizando las plantillas para permitir mantener la distancia entre trabajadores y clientes.
Es posible que esta crisis a todos los niveles que ha supuesto el COVID-19 sea una oportunidad para el sector, para repensar, replantear, mejorar y adaptarse.
Las principales asociaciones nacionales de distribución alimentaria animan y solicitan que en estos nuevos tiempos se ponga aún más en valor el producto local y nacional, que se apueste por productos de temporada y se solicite a las cadenas de distribución la promoción y venta de productos autóctonos para ayudar al sector en aquellos alimentos que no encuentran salida en el mercado internacional como lo hacían antes de la crisis.
De igual modo instan a la Administración a que refuerce las precauciones a tener en cuenta a partir de ahora y con la desescalada de finales de mayo.
En el ámbito de la restauración se apuesta por el establecimiento de un único protocolo para todo el sector a nivel nacional con medidas adecuadas y asumibles por las empresas del canal HORECA, en vez de multitud de sellos de calidad a nivel regional o provincial. Este protocolo, unido a la reapertura de establecimientos de forma gradual permitirá generar confianza en el consumidor y, por ende, el inicio de la reactivación económica. De hecho, los datos muestran que únicamente un tercio de empresas de restauración han abierto sus puertas en aquellas poblaciones que se encuentran en fase 1.
El consumidor debe confiar en las medidas tomadas por el sector, no obstante, ha de ser precavido, responsable, seguir las recomendaciones indicadas por el gobierno (distancia de seguridad y medidas higiénico-protectoras) y ser paciente, con la finalidad de evitar aglomeraciones en las terrazas tal y como se ha podido ver en los últimos días en zonas de Milán o esta misma semana en Bilbao, Oviedo, Sevilla… que puedan provocar nuevos rebrotes.
HÁBITOS DE CONSUMO
En más de 60 días de confinamiento los modelos de consumo no pueden establecer previsiones fiables sobre el futuro próximo, pero si se pueden extraer algunas ideas sobre lo que ha pasado y sobre lo que pasará próximamente.
Resulta interesante conocer los hábitos de consumo durante la crisis y la evolución a partir de ella. La población ha incrementado la compra de productos de marca blanca. El presupuesto destinado a la alimentación ha sufrido una tendencia a la baja durante estas semanas, mirando más lo que se gasta.
El acopio inicial que se produjo por la declaración del estado de alarma disparó las ventas en supermercados con subidas en torno al 20% en relación a las mismas fechas de 2019. En un principio llenando la despensa de productos de primera necesidad como legumbres, pasta o arroz, alimentos envasados y frescos, destacando en consumo de carne fresca con un incremento del 29% o de pescado congelado (18%). Con el paso de los días se intensificó la venta de frutas, hortalizas y patatas (subidas en torno al 20%). Más tarde la tendencia derivó en la compra de productos como fruitivo: incremento en la venta de harinas y productos de repostería, cervezas o aperitivos, chocolate, etc. En las últimas semanas se observa un incremento en la venta de productos para hacer hamburguesas y perritos calientes.
A pesar de la subida de ventas del canal de distribución, los beneficios asociados se reducen respecto al año pasado, ya que se han incrementado los costes de adecuación de infraestructuras, logística, compra de EPIS, bonus para trabajadores, etc.
OPORTUNIDADES
Expertos en el sector auguran que de esta crisis surgirán nuevas oportunidades y empleos. El virus ha catalizado la digitalización del sector agroalimentario. Se manejan datos que muestran que esta crisis ha hecho a más de 1 millón de familias apostar por canales de venta online. Por ello, tal y como se está viendo ahora y las previsiones así lo indican, veremos un sector volcado en el E-commerce.
Las empresas apostarán fuerte por la digitalización en la relación con proveedores, empleados, procesos y clientes, así como prevén acelerar los procesos de robotización, reubicando las actividades humanas en aquellos puestos de interés en los que se aporte valor y se consiga una mejora personal. Muchos empresarios han visto como el teletrabajo ha supuesto una oportunidad, y piensan que se prolongará en el tiempo una vez acabe la crisis, pues consideran que es útil, práctico y permite una mayor conciliación entre vida laboral y familiar.
Aquellas empresas con visión de futuro, startups que sepan prever y responder a las necesidades y gustos de los consumidores, aquellas que tengan estrategias claras, nichos definidos y capacidad de adaptación a los tiempos que están por venir, tendrán más oportunidades para sobrevivir y crecer.
Se deben analizar, replantear y actualizar, mediante herramientas como el análisis DAFO (Debilidades, Amenazas, Fortalezas y Oportunidades), las estrategias empresariales como proceso de mejora continua y de adaptación a la nueva realidad.
También se cree que aumentarán las alianzas o colaboraciones estratégicas entre empresas competidoras, para el desarrollo de nuevas tecnologías y productos.
Muchos hablan de la búsqueda de nuevos mercados cuando se estabilice la situación.
PREVISIONES FUTURAS
En las últimas décadas el sector agroalimentario ha experimentado un proceso de evolución para dar respuesta a la existencia de una preocupación cada vez mayor de la población por su salud y el medio ambiente, sin olvidar el aspecto hedonista de la comida. De hecho, los hábitos de consumo están cambiando, se aprecia un esfuerzo por reducir el aporte calórico en la dieta, así como la ingesta de azúcares añadidos, productos de origen animal y grasas saturadas que pueden derivar en enfermedades como: obesidad, hipertensión, enfermedades cardiovasculares o diabetes.
En el sector de restauración, se prevé que seguirá a la baja al menos durante 2020, por lo que la industria agroalimentaria debe dar respuesta a las necesidades de la población. Por ello la innovación alimentaria es un factor esencial para ser competitivo, las empresas deberán revisar sus proyectos de I+D para acentuar las experiencias en casa: cocinado e ingesta de alimentos en el hogar, incremento del consumo lúdico y de productos fruitivos.
El consumidor no está aventurándose en la compra de nuevos productos o sabores, espera alimentos más saludables, por ejemplo, a través de reformulaciones de productos del mercado para mejorar su perfil nutricional (bajadas de azúcares, grasas…), o apostando por volver a las raíces, es decir, a la simpleza de los productos “de toda la vida”.
Se observa una tendencia al alza por el consumo de alimentos funcionales que ayuden al sistema inmune, que contengan probióticos, etc. Además, el consumidor valora positivamente aquellas compañías con las que comparte valores, aquellas que revierten beneficios en su comunidad y apuestan por un modelo más sostenible y ecológico.
Gracias al mundo digital y las redes sociales, se establecen canales de comunicación directa y sencilla entre el sector alimentario y el consumidor que permiten mejorar a las marcas y aumentar la credibilidad de la industria.
Surgirán muchas oportunidades, las empresas agroalimentarias deberán captar todo tipo de información para tener en cuenta las futuras demandas por parte de los consumidores. Todo ello supone un reto apasionante. El tiempo dirá hacia dónde evolucionará el mercado.
Para finalizar se debe indicar que, si bien es sabido que seguimos bajo la amenaza de un posible rebrote de coronavirus, además de vivir bajo la amenaza de probables crisis futuras, el sector seguirá evolucionando, adaptándose y dando respuesta a las necesidades de la población, promoviendo la mejora de los planes de seguridad alimentaria y las medidas higiénico-sanitarias que garanticen productos seguros, inocuos y de calidad.
Si algo positivo podemos extraer de esta crisis es que, a pesar de algunas campañas de desprestigio causadas por la desinformación, el sector alimentario goza de buena salud, gracias a los protocolos existentes sobre seguridad alimentaria que han permitido la distribución de productos seguros e inocuos.